Iron Monkey

Hablar del cine de kung fu procedente de Hong Kong es difícil. Difícil porque es imposible narrar la habilidad con que sus ARTISTAS realizan coreografías que a nuestros ojos resultan imposibles; porque sus historias están tan arraigadas a su idiosincrasia que hay cosas que resultan incomprensibles a los que desconocemos tan pintoresca cultura. Difícil porque tiene un humor muy especial, picaresco e irreverente que puede combinarse con las tragedias más desgarradoras; porque es imposible describir la poesía que cada patada, puñetazo, brinco, cabezazo, palazo, guardia, cubetazo, defensa o vuelo dibujan en la pantalla.



Lejos están los días en que Bruce Lee mostró a Occidente, con sus aburridas e interminables escenas de acción, el arte del kung fu como un medio para derrotar y al mismo tiempo educar al enemigo. Su muerte a destiempo no hizo más que acrecentar el hambre por más películas de artes marciales. De este lado del mar descubrimos a Jackie Chan, a Sammo Hung, a Michelle Yeoh, y tiempo después, a Jet Li y a Zhang Ziyi. La sed por la violencia no disminuyó, al contrario, fue tan grande que a Hollywood no le quedó de otra que robarse a sus fabricantes.



Pero antes de que El Tigre y el Dragón ganara un merecidísimo Oscar (no porque el Oscar sea garantía de calidad, si no porque se lo ganó a esa porquería que es Amores Perros), antes de que Jackie Chan se aguadara y saliera de patiño de algún gringo malparido, antes de que Jet Li hiciera suspirar a mujeres de ojos redondos, antes de que Hero hiciera del kung fu el décimo arte (y trajera consigo a su musa Zhang Ziyi), ahí estuvo Iron Monkey.



El género del wu xia piang (literalmente, películas de guerreros) es uno de los más respetados en Hong Kong, a tal grado que todos sus grandes directores y actores, incluidos algunos que los ignorantes tachan como exclusivos de cine de “arte” como Wong Kar Wai y Zhang Yimou, han pasado por sus armas y no sería exagerado decir que si no lo hicieran no serían respetados por su pueblo. Así, el wu xia es un género que se ha arraigado en la cultura popular, basándose en la historia, héroes y tradiciones del pueblo chino y es a la vez un método para enseñar valores, moralejas y costumbres, valiéndose de lo espectacular que puede llegar a ser. No es de extrañar que los actores arriba mencionados tengan un estatus que va más allá del de superestrellas pues no sólo son artistas, son portavoces de toda una cultura que a pesar de la colonización y de las invasiones ideológicas ha podido no únicamente conservarse, sino también expandirse.

Dentro del mundillo de este cine hay una persona que ha conseguido colocarse como el hombre wu xia, me refiero a Tsui Hark (pronúnciese Choi Jok, con j de jitomate) quien ha dirigido y producido las obras que han afincado a este género en el gusto de todo el mundo. Basta mencionar que entre su obra están joyas como El Maestro Borrachón con la participación de Jackie Chan y Sammo Hung, la saga de Érase una Vez en China, donde aparece Jet Li recreando a uno de los personajes emblemáticos de la historia china, el (super) héroe Wong Fei Hung, y The Legend of Zu, en su momento la película más cara de toda la historia del cine de Hong Kong y además la primera en abusar de los efectos digitales y los gráficos por computadora. Así que el nombre de Tsui Hark siempre está asociado a excelentes películas, descontando uno que otro resbalón, no por falta de calidad, sino por la sobreexplotación del género.



Siendo un hombre tan dedicado, Hark no podía hacer menos que otorgar el honor de dirigir la que, a título personal, considero la mejor película de artes marciales jamás filmada, Iron Monkey (Mono de Hierro), a un hombre experto en el tema y que ya había colaborado con él en anteriores producciones, me refiero a Yuen Woo Ping, quien se hizo famoso por estos lares al dirigir las coreografías de la trilogía de Matrix y El Tigre y el Dragón. Yuen Woo nos entrega una sorprendente película cargada de acción, emoción, delirio, golpes y patadas al por mayor; heroísmo, coraje, valor y entrega con unas batallas increíbles, donde ninguna coreografía se repite y cada una supera a la anterior, llegando a la lucha final, donde los combatientes ni siquiera tocan el piso.



Para poder recrear dichas peleas era necesaria la actuación de dos personas poseedoras tanto de una agilidad mayor a la del promedio y que a la vez tuvieran actitudes histriónicas respetables. El papel principal lo realiza Yu Ron Guang, quien interpreta al Dr. Yang, un médico consciente de los problemas de su tierra, que por las noches le hace de Robin Hood o Tigre de Sta. Julia (o sea le quita a los ricos para darle a los pobres), que haciéndose llamar Mono de Hierro demuestra un dominio excepcional de su cuerpo y reparte justicia utilizando pies y puños. El segundo papel en importancia está a cargo del genial Donnie Yen, quien puede ser admirado en Blade 2 (donde también dirigió la coreografía, siendo precisamente Iron Monkey la razón por la que Guillermo del Toro lo mandó llamar) y en Hero, quien nos embelesa con el personaje de Wong Kei Ying, un sabio que erróneamente intenta capturar al Mono de Hierro para que el malvado gobernador Cheng (James Wong) libere a su hijo, un niño llamado Wong Fei Hung (sí, el héroe histórico chino antes mencionado), interpretado por la futura estrella artemarcialista Sze-Man Tseng.

La historia es sencilla: la lucha de un héroe, o mejor dicho, de dos héroes por el bienestar de su pueblo, donde resalta la humildad que sólo una sabiduría excepcional puede brindar, así como la enseñanza del bien por medio del puño. La película mantiene un ritmo perfecto, combinando escenas de humor, de acción y dramáticas sin que haya desfase o se pierda coherencia lógica. Todas las peleas están justificadas y aunque no fuera así, se disfrutarían por lo extremadamente bien hechas que están.



Hablando de peleas, las coreografías pueden ser descritas con una palabra: I-N-C-R-E-I-B-L-E-S, la velocidad de cada golpe, la gracia y exactitud de los movimientos así como el ocultamiento de los cables permiten que se hagan comentarios como “No manches, ¿existe una técnica que permita hacer eso?” (1). Si hay algo en lo que han fallado los intentos gringos por hacer wire fu (tecnicismo aplicado a las acrobacias marciales donde los actores vuelan y realizan saltos imposibles) es la poca agilidad y capacidad de sus pseudoartistas.



Puntos extra recibe el intento de recrear las condiciones históricas del imperio chino, que si bien podrán no ser muy realistas por lo menos permiten hacernos una idea de cómo era la vida en una provincia de aquella lejana y misteriosa tierra. Podemos ver un mercado con todo y sus antojables productos, a los artemarcialistas que vivían de mostrar sus dotes a cambio de unas monedas, lo fantástico y nefasto que es la posibilidad de tener un harem, los métodos de curación tradicionales y lo curioso y apetitoso de su cocina. Repito, quizás no sea muy fidedigno y resulte algo exagerado, pero el intento de mostrar algo de su cultura es lo que vale.



Otro elemento a destacar es la música. Al ser tradicional resulta tan bella y tan ad hoc que hipnotiza, lo cual facilita la credibilidad de las peleas (ya chole con hablar de lo magníficas que son las peleas ¿no?) y nos permite empatizar con situaciones como la de la angustia de un padre al ver a su hijo a punto de ser torturado o la comunión entre dos sabios que se unen para pelear y vencer al mal encarnado en el gobierno.



Para terminar, solo diré que esta película entra en el rubro de las obligadas, de las que hay que ver para creer, y si este mundo fuera perfecto, este sería el cine considerado de arte -de arte marcial claro- y seguramente estaría en la sección D’arte Cine y no Psicotronías, aunque para hacer honor a la verdad, esta última es mucho mejor opción.



Arre!

me gusta de Iron Monkey también. es un película muy bien. el kung fu es fantastico

Verdad que si?



Arre!