Erase una vez en Mexico

De Cinefagia, Marco:



A primera vista Érase una Vez en México es la cinta más complicada que ha intentado hasta el momento Robert Rodríguez. La enmarañada trama arranca cuando el detestable agente de la CIA Sheldon Sands (Johnny Depp) recluta al Mariachi (Antonio Banderas) para una compleja operación diseñada para impedir el golpe de Estado que prepara el general Marquez (Gerardo Vigil) contra el Presidente de México y de paso echarle el guante al narcotraficante Barillo (Willem Dafoe). Aprovechando el viaje Sands piensa embolsarse 20 millones de dólares como recompensa por su trabajo. Para llevar a cabo el plan se cuenta con la colaboración de la agente mexicana Ajedrez (Eva Mendes) y del ex-FBI Jorge Ramírez (Rubén Blades).



El Mariachi también tiene sus achichincles. Se trata de dos pistoleros tan letales como él, Lorenzo (Enrique Iglesias) y el briago Fideo (Marco Leonardi), que aceptan ayudarlo por el bien de su patria y también para vengar la muerte de Carolina (Salma Hayek), asesinada por Marquez. Después de una serie de traiciones y engaños Sands aprende que no es el único que mueve los hilos de la intriga y paga un precio terrible, pero logra redimirse con la ayuda de un niño.



En realidad, cualquier intento por resumir la trama es inútil. Sospecho que ni el mismo Robert Rodríguez sería capaz de explicarla de manera satisfactoria y eso que él escribió el guión, además de editar la película, fotografiarla, musicalizarla y hacer el diseño de producción. A pesar de que a Rodríguez-guionista se le hace bolas el engrudo y al final uno no sabe quién traicionó a quién, es justo señalar que en sus otras facetas no lo hace nada mal.




Cont…

Uno de los aspectos más notables de la cinta es que fue filmada con la nueva cámara Sony de alta definición digital de 24 cuadros por segundo. El resultado es asombroso. Para los que creían que el video digital nunca iba a alcanzar la calidad del celuloide Érase una Vez en México los puede convencer de lo contrario. Si a esto le añadimos la pericia de Rodríguez-fotógrafo y su interés por la tecnología de punta (que tuvo un desenlace menos afortunado en la horrenda Mini Espías 3-D) habrá que admitir que en ese sentido la película cumple con su cometido. Rodríguez ha declarado que uno de sus motivos para filmar Érase una Vez en México era explorar las posibilidades del video digital.



Otro objetivo debió ser reunir a la mayor cantidad posible de actores latinos (y anglos que den el gatazo) en una sola película y formar con ellos una galería de villanos para el recuerdo, aunque a veces se pierdan entre tantas subtramas e historias paralelas. Ver a Gerardo Vigil en pantalla grande después de años de salir en videohomes, a Cheech Marin como el parlanchín Bellini, al otrora sex symbol Mickey Rourke dando vida al astroso Billy Chambers, al infaltable Danny Trejo en el papel del torvo Cucuy e incluso al rockero Tito Larriva como un taxista respondón bien vale el boleto.



Claro que para poder apreciar a estos actores, y a los que mencioné al principio, es necesario soplarse las actuaciones de Pedro Armendáriz Jr., Quique Iglesias, Leonardi y por supuesto Salma Hayek, que se ve muy bien y actúa muy mal, como siempre. Por fortuna Salmita aparece sólo en unos cuantos flashbacks.











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A pesar de tener el papel principal, Antonio Banderas pasa a un segundo plano. El Mariachi es un pistolero legendario que curiosamente no tiene un papel determinante en la trama. La interpretación de Banderas también es demasiado solemne para el tono que mantiene el resto del elenco. Según la película, esto se explica por la muerte de su esposa y de su hija pero su laconismo da pie a que Sheldon Sands se convierta en el centro de atracción.



Para los que hemos seguido su trayectoria, así como para el público en general que apenas lo descubrió en La Maldición del Perla Negra, ya no es una sorpresa que Johnny Depp se robe la película. Ayuda en mucho que de todos los personajes Sands sea el más interesante. Mientras que los otros actores interpretan arquetipos -héroes inmaculados, villanos detestables- a Depp le corresponde un papel con matices que los demás no tienen.



Sin dejar de ser simpático, en un principio Sheldon Sands es un tipo despiadado y arrogante. Con el pretexto de que su trabajo es preservar el equilibrio, es capaz de matar a un cocinero por preparar una cochinita pibil demasiado sabrosa y de orquestar una serie de asesinatos, con la misma facilidad y sin pensar en las consecuencias.



Cuando se le cae el tinglado y sufre a manos de los que consideraba sus títeres, Sands adquiere el rango de antihéroe y se convierte en la imagen más memorable de la cinta. No es sorprendente que este ambiguo agente de la CIA haya sido lo primero que ideó Rodríguez cuando aceptó el reto de Quentin Tarantino de crear una trilogía comparable con la clásica saga del Hombre Sin Nombre de Sergio Leone (para los neófitos: Por un Puñado de Dólares, Por unos Dólares Más y El Bueno, el Malo y el Feo).



Además de Leone, hay otro cineasta cuya influencia se hace sentir en Érase una Vez en México. El maestro indiscutible del cine de acción, John Woo, está presente en cada cuadro de la película. Los enfrentamientos entre buenos y malos, que por lo general involucran una lluvia de balas y acaban con un montón de cadáveres, nos remiten sin remedio a clásicos contemporáneos como The Killer o Hardboiled. Lo que para los críticos serios es pura exageración y actitudes machistas para los espectadores con algo de testosterona en el cuerpo es un hermoso ballet ultraviolento.



Con esto no quiero decir que Robert Rodríguez ya esté a la altura de Leone y Woo. Le falta la mesura del italiano y la elegancia del asiático. Tal vez conforme vaya madurando -recordemos que Rodríguez tiene 33 años- adquiera estas cualidades. Algo que espero que nunca pierda es su gusto por la violencia. Sorprende encontrar en una producción millonaria, con actores tan comerciales como Banderas, este nivel de sadismo. Érase una Vez en México es con mucho el episodio más sangriento de la trilogía del Mariachi.





Otro dato curioso es que en una cinta creada para el mercado gringo la mitad de los diálogos estén hablados en español y que se incluyan escenas de abierto nacionalismo mexicano, aunque sean un tanto burdas. Quizá por eso Érase una Vez en México no fue un gran éxito de taquilla en EE.UU.



Ya para finalizar y para no hacerla tan cansada, puedo recomendar esta película sin reservas para los que estén dispuestos a olvidar las deficiencias del guión y acepten las reglas del juego que propone Robert Rodríguez. Los que anden en busca de profundidad y realismo la van a odiar.






Arre!

A mi me gusta esa pelicula pero que no es tan buena como Desperado.