800 Balas

Ternura e irrisión se presentan más comúnmente de lo previsto como caras opuestas de la misma moneda. Relación similar y paralela a la que pueden entablar la nostalgia y la celebración de lo muerto. En el campo delimitado por estos cuatro puntos cardinales se ubica 800 balas, probablemente el peor film de Alex de la Iglesia hasta la fecha, junto con Perdita Durango.



Si nos atenemos a su promoción, 800 balas debería ser un western. Pero, a decir verdad, nos hallamos apenas ante un proyecto de western spaghetti que, con la iconografía como coartada, esboza una reflexión pedestre sobre el cine. El film incurre también (respaldado, es cierto, por la historia del género) en una profunda misoginia, y propone un universo ideal que tendría a los hombres como centro exclusivo y a las mujeres como elementales acompañantes o guardianes del reposo del guerrero. En tales territorios se mueve el film. ¿Cómo juntar todos estos elementos desorganizados?



Laura (Carmen Maura) ha ocultado a su único hijo la identidad de su padre. Pero un accidente doméstico revela el pasado del padre como doble de riesgo de antiguos westerns spaghetti, y el niño inicia una búsqueda que lo llevará poco casualmente del universo femenino de su madre y su abuela (retratado como un chato y frío entorno de cálculo y de consumo capitalista), a un universo masculino, universo de inestabilidad, aventura, fascinación heroica, y ausencia de objetivos a largo plazo. El itinerario se inicia entonces con la partida del niño de su hogar en las afueras de Madrid, hacia la desértica localidad de Almería, en el sur de España, un lugar que parece detenido en el tiempo.



Reflotando sin más una vetusta oposición del western, De la Iglesia se regodea en el típico duelo entre el desarrollo de la ciudad y la ausencia de ley del campo. Sin embargo, todo esto no es más que una excusa, dado que el film trabaja con los códigos del western pero no dentro de sus leyes. Así, la hibridación más torpe hunde al film en la permanente indeterminación de una celebración posmoderna vacía de sentido, que en modo alguno representa un homenaje.



De este procedimiento de hibridación resulta un film que inicialmente se funda en la mirada del niño (mirada fascinada y desconocedora), que luego mantiene una distancia que desmiente la fascinación del cine para ingresar en la fascinación por el mundo adulto (la vida del grupo de actores fuera del decorado del Oeste), y finalmente trastoca la mirada del espectador y fuerza un sinsentido y una suspensión permanente de la incredulidad basándose en decretar (por que sí) la abierta pertenencia al género, cambiando el registro y la inteligencia de reflexionar sobre la representación para convertirse en una banal parodia de los códigos del género llevados al colmo de la vulgaridad y el descontrol (¿cómo explicar, si no, la fiesta de borrachos surgida de la nada tras la liberación de la cárcel del abuelo del niño?).



La ausencia de elementos que den sentido al film más allá de su pobrísima lectura del género, es lo que termina, paradójicamente, sentenciándolo a muerte. La película, hilvanada apenas con un orden mínimo y necesario, se ramifica y propone al espectador un juego de explosiones gratuitas. Como por inercia, este pastiche fílmico termina mezclando reivindicaciones nacionalistas contra el gran capital, la toma del decorado como trinchera contra un desalojo absurdo (al estilo de Asalto al precinto 13 de John Carpenter, pero sin el grado de estilización de ésta), un duelo a muerte televisado, la falsa idea de que las mujeres independientes y sin hombres sólo piensan en el dinero, y la glorificación del mundo masculino como ultima utopía.



Carente de variantes estilísticas, plagado de forzados giros de guión y con un final abrupto que sólo alienta una monolítica lectura del pasado, el film de Alex de la Iglesia realiza el poco recomendable camino que se inicia con la ternura, continua con la irrisión, abreva en la nostalgia, y se funda en la repetida celebración de lo muerto. Ejercicio narcisista, coartada de falso autor: no hay mejor manera de desentenderse de los géneros que condenándolos a su reproducción automática.



Arre!

me gusta Perdita Durango. es un pelicula muy bien y mucho loco! >:D

Perdita es buena, lastima que no hay mucho de ese Alex de la Iglesia al que nos tenia acostumbrados, mas propositivo, mas arriesgado y sobre todo mas irreverente. Pero no es mala Perdita Durango.

Soy un gran fan del spaghetti western, lamentablemente no la he podido ver, espero verla y de paso si puedo comprarla.



Im a huge fan of the spaghetti western, its shame i’ve not been watch’em yet =/ however i would like to buy it too!

www.spaghetti-western.net

sabes?

[quote=“Sebastian”]
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Im there!! my nickname is ERIVAN VILLA!